En estos días de confinamiento raramente salgo de la ficción. De casa aún menos, ya que para un hipocondríaco nato esta situación es el miedo personificado en la peor de sus formas. Cuando vuelvo a la realidad, que son dos minutos al día, converso conmigo mismo. Casi siempre me doy la razón porque discutir, de toda la vida, acelera el proceso de envejecimiento. Y luego está el silencio… ¡Qué placer! Tampoco tardé muchos años en comprender que la música no es nada sin la presencia de silencios. Pero lo importante viene a continuación.
Hace dos madrugadas, o tres, visioné de nuevo la película de Ingmar Bergman, La hora del lobo. Johan, interpretado por Max von Sydow «uno de mis iconos de belleza predilectos», es un pintor al borde de la locura con diversos traumas acumulados en su obra y vida. Durante el insomnio, en el momento más lúcido de la película, Joahn le dice a su mujer que… «La hora del lobo es el momento entre la noche y la aurora cuando la mayoría de la gente muere, la mayoría de los niños nacen, cuando las pesadillas vienen por nosotros…».
Y viendo esta película comprendo que estoy viviendo a través de la vida de los que nacen y mueren al otro lado de la pantalla; personajes de ficción que mienten estupendamente al espectador. También resisto gracias a las personalidades ideadas por mí para novelas que nunca llegarán a publicarse; todos son nombres inventados, títeres del destino de mi imaginación que conviven de una forma quimérica en la habitación de los cuadros falsificados.
Vuelvo, de nuevo, a sentir la vida que descifra Max von Sydow. Así podré olvidar por completo de mi realidad que, en cierta parte, también es la vuestra. Lo peor es cuando llega la noche y recuerdo vagamente otra cita que decía algo así: «Cuando estamos dormidos tenemos pesadillas, cuando estamos despiertos tenemos miedo». Muy acorde con la actualidad de cada casa.
Finalmente juego a probar un mecanismo de autodefensa para sobrellevar un estado catatónico y perenne. Lucho exhaustivamente contra la hora del lobo siendo Joahn, Alma, Lena, Leo, Mateo, Clara, Viviane, Eve o Nora… pero jamás como Néstor. Nunca ser otro u otra ha sido tan fácil.
Creo que este post está fatal escrito, pero mejor así. Solo por hoy... no revisaré mis errores.
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