El otro día, en un acto desesperado por calmar mi hipocondría, me reconforté con el final de la película All That Jazz de Bob Fosse. Nunca la muerte se había despojado de su dudoso olvido como en los últimos meses. Y el desenlace de dicho film crea en mí una sensación de desasosiego inaudita, quizá porque el bello rostro de Jessica Lange, en el papel de Parca, resulta hasta redentor en sus últimos segundos.
Con la música como telón de fondo, también decidí releer algunas partes de una de mis novelas favoritas de José Saramago: Las intermitencias de la muerte. Obra que recomiendo encarecidamente por el punto de vista que ofrece sobre nuestro mayor temor. Todos sabemos que la muerte necesita de la vida, al igual que la vida de la muerte. Y no es ningún tipo de paradoja. Es lo que tiene que ser...
Aunque el concepto es análogo, no encuentro relación entre ambos párrafos que acabo de escribir. Seguramente la necesidad de trasladar dos referencias sobre ese mismo tema ha sido la encargada de desengrasar la movilidad de mis dedos. Últimamente la muerte me acompaña cada noche para penetrar fielmente en mis sueños más recónditos; yo creo que ese hecho es el más culpable de todos. Y tal es el estupor que me provoca, que evito escribir su palabra en mayúsculas.
El tema principal se ha ido directo por el desagüe. Quería utilizar mi blog para hablar de los recuerdos compartidos con una persona que se ha ido bajo el encantamiento de Jessica Lange. Pero aún no puedo escribir nada de ello. Solo sé que hay recuerdos que empiezo a tener difusos. Cuando la memoria de la pareja depende de uno, el que olvida no dispone del recuerdo del que se ha ido. Por favor, Jessica, devuélvemelo aunque sea una noche para que me ayude a revivir aquellos momentos que el tiempo comienza a arrebatarme. Recordar por dos es muy complicado. ¿Quién me puede ayudar a lidiar con el olvido?, ¿Qué canción sonó en nuestra primera cena?, ¿Cómo se llama la película que tanto nos había gustado?, ¿Dónde está la libreta que escondiste?
Prometo dejar de escribir conjeturas tristes, al fin y al cabo, nadie quiere compartir mesa con la juventud más taciturna que yace bajo mi ser. ¿Son los actos más indefectibles los que nos definen como persona?
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