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  • Foto del escritorNéstor Barbosa

El día que me visité desde el pasado

La siguiente historia está basada en hechos casi reales. Quizá empiece a confundir los sueños con la realidad... seguramente.

Tiempo atrás había reservado una habitación de hotel para poder sobrellevar mis pensamientos más indómitos. Sentía la necesidad de escribir una novela en tiempo récord, así que, enfrentarme a una página en blanco lejos de la rutina me ayudaría con dicha creación.

Me acomodé en la estancia y descorrí las cortinas para deleitarme con las vistas que regalaba el mar. Abrí las ventanas y la brisa entró en la habitación con apremio para impregnar cada elemento de falsa pureza. En la mochila tenía dos libros de Donna Leon que servían para constatar mi empeño en «contar» una novela negra. Había olvidado por completo el significado de escribir y de leer. Por lo tanto, la inspiración se había convertido en mi único cometido.

Me introduje en la cama para lidiar con el sacrificio de los que viven en el vacío que producen algunas vidas. Un sueño luctuoso penetró en mi descanso. Empapado en sudor me desperté ante el sonido de dos golpes secos en la puerta. Olvidando el empeño de tener «una imagen atildada de mí mismo», dejé entrar al insólito invitado.

Un niño de aproximadamente ocho años y de aspecto lívido, correteó por la suite hasta sentarse en el borde de la cama. Sus pies se balanceaban en movimientos sinuosos. Le pregunté, «¿Quién eres?», a lo que el pequeño contestó, «Yo... soy tú... cuando aún tenías ilusión por las cosas». Ante tal situación tiré cualquier pensamiento lógico por la ventana. Me fijé en el libro, de dimensiones bastante reducidas, que sujetaba en sus manos. Pero cuando conseguí leer la primera palabra del título, me desperté ahogado entre las sábanas y sin ninguna presencia más que la mía.

El desconcierto inicial provocado por el indeleble recuerdo del niño dejó paso a una repentina lucidez mental. En la mesilla descansaba la pequeña novela con la que había soñada minutos antes. Al cogerla sentí de nuevo la llegada de gratas sensaciones sepultadas por el paso del tiempo.

Un caso para ti y el equipo tigre: El fantasma del picadero se había convertido en el libro favorito de mi infancia. Aquella primera lectura había vuelto a mí con el fulgor suficiente para recordarme la finalidad del escritor: Si olvidas al niño que fuiste, tus textos y tu vida se llenarán de un vacío tan palpable que se agarrará a ti para no irse nunca.

Cuando releí aquella novela infantil desde la inocencia del pasado, la habitación ya no era la misma. Y yo tampoco.




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